30/5/13

Sentencia

Hagamos una excepción, sólo por hoy, por única vez.

Voy a hablar del mail que acabo de recibir. Bajo el asunto de: Sentencia, gmail me informa que estoy a una firma y una toco de plata (para mi billetera claro está) de no ser  más una mujer casada.

Divorciada.

Quédense tranquilos que ya estoy separada hace bastante como para hacer alguna pelotudez del estereotipo de la mujer divorciada. Ponerme en gato y salir con alguien más joven que yo (lo segundo no se los puedo garantizar porque ya sucumbí al mundo del cliché).

Igual convengamos que la gran mayoría de las mujeres divorciadas son las que salen a romperse el orto laburando doble para mantener a los pibes. Es ley carajo.

En todo este tiempo la pregunta que me pareció la forrada más grande del mundo fue: por qué te casaste?
Fiel a mis principios, la respuesta casi siempre fue: Mirá la pelotudez que me preguntás.
Sobre todo porque casi siempre los que te lo preguntan no les interesa quedarse a escuchar la respuesta.

Hay algunos porqués que simplemente no tienen una respuesta. Tienen muchas.
Quizás la que más se acerca a la realidad es, porque en ese momento sentí que era lo que quería hacer.
Analizar lo que pasó después me parece a esta altura una gran perdida de tiempo.

Me casé. Lo amé y nació Am. Lo que pasó después poco me importa hoy.
Poquitísimo.

Cada uno de los escalones que subí para tener a Am conmigo y que después bajé con el culo a los golpes, son los que  me hacen no arrepentirme ni un ratito de hoy ser lo que soy, un pequeño caos, pero eso sí,  sin nada que reprocharme.

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