Run Forrest

Una de las cosas más difíciles de un nuevo bebé en casa es entender, sin querer asesinar al otro, que por cuestiones obvias él puede seguir con su vida prácticamente sin modificaciones, más allá de las inevitables, mientas que vos monstruo del Lago Ness no.

Es muy duro después de las primeras semanas darte cuenta que sólo pisaste la vereda, para atender al sodero con un nido carancho en la cabeza y una bata de micro polar anudada en ese lugar donde solías tener la cintura (ok, tampoco tenías cintura antes, te perdonamos) porque las salidas al pediatra o a vacunar no cuentan.

Más allá del torbellino de sentimientos al que asistimos en esta parte de la vida de una mujer, tengo que reconocer que me enfrento a la contradicción de añorar el trabajo para poder estar con otros adultos y por otro lado sufrir pensando en que la dejo con dos meses y monedas a la más chiquita.

Para tratar de no enloquecer e incurrir en un segundo divorcio sin haberme casado, decidí que era muy saludable para todos que yo volviera a la actividad física. Casualmente hace muy pocos meses nos abrieron un gimnasio acá a la vuelta donde antes vendían cunas laqueadas. Señales? Se los juro, no estoy inventando. 

Desde mi ventana puedo ver la parte de atrás del gimnasio por lo que si mientras estoy entrenando a J se le revelan las tropas, el manda la teta señal y yo estoy acá en menos de 15 repeticiones de silla de cuadriceps.

Hace dos semanas que empecé y ya me siento mucho mejor, obvio que también lo hago por el cuerpo. Para sentirme mejor yo, para distraerme y pensar en nada por una hora y media.

Dentro de un mes vuelvo a las pistas laborales,  me da mucha ansiedad, entusiasmo, tristeza y todo eso que sólo una mujer puede hacer que se sienta de una sola vez.

Porque aunque no lo digamos en voz alta , yo quiero a mi familia, pero no todo el tiempo, todos los días.