30/5/16

Micaela

Preferí no dejar pasar demasiado tiempo para escribir este post, para que no se desdibuje todo esto como un película de terror.


"Tuvimos una discusión, como cualquier otra, cómo la que tienen las madres con sus hijas". 
Ese lunes, mientras esa madre sin dormir pedía por la aparición de su hija, el final de Micaela ya estaba escrito.

Micaela tenía 12 años, patinaba, se reía, era una pre-adolescente que discutía con sus padres, que se enojaba, que se rebelaba contra los límites, como todas, como muchas, era una nena feliz.

Fue muy largo el peregrinar de esa mamá dando notas y pidiendo por la aparición de su hija. Nunca pude mirarla directamente a los ojos porque pensé que me iba a hundir en el dolor que ella mostraba y me iba a obligar a hacer el ejercicio de ponerme en ese lugar, no quise, me resistía.

-Mónica te molesto un segundo, Mónica, te podemos hacer unas preguntas, Mónica perdoname que te moleste pero te podemos ir a ver.  
Pasaron 35 días de esas innumerables notas que daba una madre que renacía todos los días para encontrar a su hija. 

Y mientras tanto se tejía con saña y veneno el perfil de una nena,  que el único error que cometió fue confiar en que del otro lado de una computadora alguien como ella entendía por lo que estaba pasando.

La violencia y la crueldad de los rumores que livianamente dejaban trascender los responsables de devolver a esa nena con vida a su casa, pesará sobre ellos, ahora que su cuerpo es el recuerdo de lo que no hicieron. 
Pero por sobre todas las cosas, pesará el estigma que sobre ella formaron como un campo de fuerza, que los evadía de la responsabilidad que les correspondía.

Ayer en la marcha, me temblaban las piernas, dejé que las lágrimas salieran, que los aplausos para unirme a la marcha no me limitaran por mi rol de comunicadora. Cuando hay dolor, no hay explicaciones para dar.

Micaela fue al encuentro de una nena como ella, que la iba a cobijar en este mal momento por el que cualquier adolescente pasó, cuando nuestra casa nos parece una cárcel y los límites de nuestros padres, redes que nos atan. 

Micaela, esa nena de risa amplia, caminaba junto a su femicida y no pudimos hacer nada para arrancarla de esas garras. No pudimos hacer nada para abrazarla con amor.
Como sociedad nos apoltronamos en el lugar de jueces, los medios reproducían hasta el cansancio que esos padres, cuando la nena vuelva tendrían que revisar que hicieron mal, tamaña canallada sin temblarles la voz decían.

No me asombra que ese mismo pueblo que estigmatizaba a una nena de 12 años mientras un femicida le arrebataba la vida, sea el mismo que pide que se lo entreguen para hacer justicia por mano propia. Ese pueblo que de justicia entiende muy poco y de respeto hacia la vida mucho menos.








26 comentarios:

  1. BUENISIMO TOTALMENTE DE ACUERDO COMO HAGO PARA COMPARTIRLO EN FACEB

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  2. Muy buen relato Gisela, se nota el corazon en la pluma. abrazo

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    1. Muchas gracias Sol por el comentario. Ayuda no sabernos tan solos.

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  3. Tan cierto, tan sentido, tan doloroso. Gracias por ponerlo en palabras

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  4. Hermoso, verdadero y crudo lo que escribiste. Mejor imposible.

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    1. Muchas gracias. Preferí no analizar demasiado lo que estaba sintiendo.

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    2. Muchas gracias. Preferí no analizar demasiado lo que estaba sintiendo.

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  5. No se puede decir las cosas más claro! Gracias por tan buena nota.

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  6. Excelente. Por más escritos como este!
    Muchas gracias por compartirlo

    (un detalle.. "rebelar" de rebeldía va con "b")

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    1. CORREGIDO, CUANDO LO VI CASI ME QUEDO CIEGA!!!
      Gracias por el aporte :)

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    1. gracias Seel, mañana marchamos en diferentes lugares pero juntas :)

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  8. gracias. lo lei solo porque lo escribiste vos. No quise leer nada antes, porque estoy pasando un momento en el que no puedo permitir que nada me saque de eje, pero supuse correctamente que aca iba a encontrar respeto por Mica y no me equivoqué. Mucha fuerza para escribirlo! Gracias.

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